La Rifa de San Antón es una tradición con más de dos siglos de historia en nuestra ciudad. Es una fiesta pequeña en el calendario que es celebrada especialmente por los que tienen mascotas y por los niños.
La rifa de San Antón ha estado unida desde sus orígenes al Viejo Hospicio de la ciudad que se fundó en el siglo XVIII para acoger a niños y niñas huérfanos y, posteriormente, a indigentes y vagabundos (hoy es una residencia de ancianos). El primer sorteo se realizó para obtener fondos destinados a ayudar a mantener el hospicio.
Y lo que se rifaban eran cerdos. Hermosos cerdos que se bendecían y luego se rifaban. Los números y premios eran cantados por niños acogidos en la institución. Y durante doscientos años el día de San Antón se ha rifado un cerdo en nuestra ciudad. En épocas antiguas se llegaron a rifar hasta 4 animales. En la actualidad no se permite este tipo de rifas, pero se mantiene la tradición y se lleva a bendecir una hermosa cerda, que se trae de alguna granja (Esperanza se llamaba la de este año) y se rifan dos cerdos enormes de chocolate (50 y 60 kilos cada uno).
Entre todos los centros escolares de la ciudad, se reparten números para la rifa. Cada centro escolar desde infantil a sexto de primaria reparte los boletos entre sus aulas. Cada aula recibe un número y elige a un responsable que deberá estar presente en el momento del sorteo de los dos cerditos de chocolate. Y este año Flor de Canela se hizo responsable del número de su clase.
Así que la tarde del 17 de enero salimos a la calle dispuestas a no perdernos la rifa. Además de la tradicional Rifa , hay degustación de chocolate de Comercio Justo, hinchables, gigantes y cabezudos con su banda txistularis y por supuesto el Gargantúa.
Junto con los gigantes y cabezudos nos fuimos a la Iglesia de San Pedro. Me encantan estos viejos rituales católicos. El párroco ataviado de gala, con un hermoso hisopo de plata salió al atrio de la iglesia para bendecir a los animales y a Esperanza. El divertido párroco no escatimó en agua bendita y nos rocio tanto a animales como a personas con un entusiasmo contagioso.
Cómo hacia un frio de esos descarados, que atraviesan abrigos, gorros y bufandas, compramos castañas asadas para calentarnos la manos y pensamos en buscar un sitio calentito donde pasar la tarde y esperar la hora de la rifa. Las fotos con esos colores tan fríos, grises y oscuros reflejan bien estos días invernales tan habituales en nuestra ciudad.
Fuimos a la parte vieja donde nos topamos con una nueva librería especializada en libros infantiles: Mara-mara liburuak.
En una de las paredes hay mural de la ilustradora Noemí Villamuza que es una preciosidad.
Y allí pasamos buena parte de la tarde.
A la hora de la rifa volvimos a la plaza. No, no salió premiado el número de Flor de Canela. Y menos mal, porque en casa cogí el boleto del bolso de Flor de Canela para mirar el número y se me olvidó devolverlo a su sitio, el bolso de mi hija. Así que allí estábamos sin el boleto, esperando que sacaran el numero premiado y cruzando los dedos para que no saliera nuestro número (No vale decir que te he tocado, sin boleto no hay premio y se vuelve a rifar) . Una buena lección sobre lo que supone responsabilizarse de algo. Buen aprendizaje.
La tarde no acabó aquí. JR se nos unió y seguimos nuestro paseo por la parte vieja. Esta vez buscando un rincón donde merendar.
Que día más completo 😉
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Comentarios por Rukadecolores — 3 febrero, 2015 @ 0:22
A pesar de la pereza que me da salir de casa en invierno, hay que hacer el esfuerzo, Merece la pena. Tomar el aire, dicen en mi casa.
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Comentarios por cuadernoderetazos — 3 febrero, 2015 @ 13:07