














Gracias a Ruben de Resistencia realista he conocido a esta pintora.
Los padres de Hu Ming eran médicos del ejército y querían que su hija fuese cirujana, pero a ella sólo le interesaba la pintura. Durante la época de la Revolución Cultural, Hu Ming estudiaba en secundaria y su profesor, sabiendo que el dibujo se le daba muy bien, le encargó hacer un retrato del líder Mao Zedong. Esto causó gran preocupación a su madre, que estaba convencida de que si el retrato quedaba mal terminarían todos en la cárcel, de modo que animó a su hija a practicar mucho hasta que estuviera segura de hacerlo bien. Así, la pobre se pasó toda la Revolución Cultural dibujando a Mao, además de tener que leer su infame Libro Rojo, cosa ésta que le producía un tremendo sopor, circunstancia que estaría a punto de costarle cara en el futuro.
Con sólo 15 años, y por puro aburrimiento, solicitó entrar en el ejército. Como sus padres ya estaban dentro no fue difícil meterla y así, en 1970, Hu Ming se convirtió en soldado. Fue destinada al hospital de Tian Jin, que tenía capacidad para cinco mil personas. Empezó como bibliotecaria y proyeccionista. Iba en un camión con ocho películas que proyectaba en diferentes lugares. También era responsable de la megafonía, lo que le costó más de una bronca por sus habituales despistes. Por ejemplo, un día, en lugar de hacer sonar el toque de diana a las cinco de la mañana, puso el de zafarrancho de combate, logrando que todos los soldados tomaran las armas y acudieran a sus puestos para defender el hospital de un supuesto ataque. Cuando el comandante fue a pedirle explicaciones se encontró con que ella, tras haber puesto a todos en pie de guerra, había vuelto a quedarse dormida.
También era frecuente que se quedara dormida cada vez que abría el Libro Rojo de Mao, cuya lectura colectiva era obligatoria todos los días de 7:30 a 8:30 de la mañana. La gente comenzó a murmurar y Hu Ming fue llamada por su comandante, ante el que confesó que le resultaba imposible leer el libro sin dormirse por encontrarlo terriblemente aburrido. En aquella época no era muy conveniente decir verdades de ese tipo, pero el comandante, hombre paternalista, no la castigó sino que le recomendó untarse cada mañana las sienes con bálsamo de tigre para manternerse fresca. Además le regaló un reloj para despertarse a la hora correcta. Pero ella seguía quedándose dormida, porque unos días no escuchaba la alarma y otros la ponía a una hora equivocada.
En la época de la Revolución Cultural numerosos libros fueron prohibidos en China y se ordenó su quema. Como bibliotecaria, Hu Ming era la encargada de clasificar los libros. Aunque tenía prohibida su lectura se las arreglaba para leerlos e incluso sustraía algunos para sus amigas.
Un día encontró un volumen con ilustraciones de Miguel Angel. Era un estudio de anatomía con figuras de hombres desnudos. A sus 16 años aquello la fascinó y, a pesar del riesgo (un libro así era considerado pornográfico), se lo llevó a su habitación y se dedicó a copiar los dibujos hasta alcanzar una buena práctica en la representación de la figura humana.
Escondía el libro bajo la almohada, tapado con su ropa interior, creyendo que así nadie se atrevería a tocarlo, pero un día descubrió con horror que tanto el libro como sus prendas íntimas habían desaparecido. Se enteró de que algunos hombres se dedicaban a robar la ropa interior femenina. De ser ese su caso, habría sido lo menos malo. Pero no fue así, ya que poco después requirió su presencia el comandante, que nada más verla colocó el libro delante de ella y le preguntó de dónde lo había sacado: “En este libro hay imágenes de hombres sin ropa, ¡desnudos! y tú te has dedicado a copiarlas ¿Cómo pueden gustarte estas cosas?”. Ming estaba tan aterrorizada que rompió a llorar y empezó a creer que realmente tenía un problema mental. El comandante no informó del incidente, pero ella nunca más vio el libro (ni su ropa interior).
En 1976 su comandante la envió a formarse como enfermera durante tres meses. En ese tiempo Ming ganó un premio por su trabajo como cuentacuentos con su narraciones animadas con diapositivas pintadas a mano. Su formación como enfermera fue dura y pronto descubrió que la visión de la sangre no era para ella: se desmayó tres veces durante un parto por cesárea. Sin embargo encontró que podía permanecer en la morgue sin mucha dificultad, para sorpresa de los demás enfermeros, que detestaban los cadáveres y con frecuencia le pedían a ella que los acompañara. Hu Ming aprovechó este tiempo para estudiar la anatomía de los muertos, aprendió cómo los músculos envuelven todo el hueso y que el formaldehído vuelve a los hombres de color rojo y a las mujeres, verdes. Su formación también incluía la correcta aplicación de las agujas hipodérmicas. Y para aprender esta técnica practicó consigo misma con una solución salina.
Después de completar su formación fue enviada a un hospital para administrar inyecciones a los soldados. Fue destinada a la sección masculina, donde decenas de hombres hacían fila para recibir su medicación. Ella comprobó que los jóvenes soldados eran tímidos, lo que dificultaba la aplicación de inyecciones en el trasero. Pero algunos hombres no eran tan tímidos y se bajaban los pantalones, lo que permitió a Ming captar esa parte de la anatomía masculina. Ming siguió este trabajo durante un año y esto podría ser una razón de la prevalencia de traseros en su pintura.
Durante unos años compaginó la vida militar, en la que llegaría al grado de Mayor, con sus estudios de arte en la Universidad. Finalmente dejó el ejército y hoy se dedica exclusivamente al arte.
Después de varios años de trabajar entre muertos y enfermos, desarrolló un especial atractivo por los cuerpos sanos y voluptuosos, como los que representa actualmente en su pintura, especialmente los femeninos. Dice Chinochano que él nunca ha visto por allí mujeres con esos volúmenes.
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Interesante su historia y tambièn su pintura.
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Comentarios por Francisco Vidal — 20 enero, 2012 @ 18:02