Si te aproximas a estas tierras del norte y tienes tiempo puedes acercarte a San Juan de Gaztelugatxe. Merece la pena conocerlo por sus vistas, por el ensordecedor y salvaje oleaje del cantábrico, por el olor a monte y a mar, por la arquitectura, por la comida de la zona… No llevé el objetivo adecuado y no conseguí que Gaztelugatxe cupiera en la cámara de fotos.
Gaztelugatxe es un islote de la localidad vizcaína de Bermeo y está unido al continente por un puente de piedra de dos arcos. Sobre la isla, en lo más alto, hay una ermita dedicada a San Juan degollado que data del siglo X, aunque algunos descubrimientos hablan del uso de la isla ya el en el siglo IX. La historia de este islote es larga.
Merece la pena remontar los 231 escalones de piedra hasta la ermita e ir buscando en el camino mensajes, señales… y la huella que según dicen la dejó el mismísimo San Juan Bautista. Si has estado en China, te parecerá volver a estar trepando por la muralla. Y cuando logres llegar a lo alto (y cuesta… y mucho) no se te olvide hacer sonar la campana de la pequeña iglesia tres veces. Incluso puedes pedir un deseo mientras miras el horizonte y resuena la campana.
Gaztelugatxe es un lugar de rituales, ceremonias y ecos. Hace tiempo empecé una serie de entradas con lugares que para nosotros son especiales. Y este es uno de ellos. Ni tan siquiera hace falta subir a la ermita. Me vale con quedarme abajo, en el puente de piedra, oliendo y escuchando el mar y el viento con los ojos cerrados.
Un consejillo, la mejor época es el otoño y la primavera… paisaje insuperable, menos gente…